EL GRITO
Nunca llegó a alguien
y el grito
que tratabas de trasmitir
murió nonato.
Decías que gritabas al ver
que Dios se me escapaba
entre los dedos
y se estampaba
contra el suelo.
Mil pedazos inservibles
y el grito se alojó
en todos mis sarcasmos
como aquel bolero
que emputeció mi alma
siempre vacía.
Ahora vuelves a gritar
desde cada uno de mis versos
incluso los del pasado.
Vuelves a gritar y ya
nadie vuelve el rostro
al escucharte.
Hoy he de morir
y quizás por eso
me encuentro un poco frágil
o algo oblicuo.
Pero por favor,
cesa ya con tanto grito.
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